La mayoría del tiempo no somos conscientes de la facilidad con que se contagian las enfermedades virales y, como consecuencia, no llevamos a la práctica los autocuidados necesarios para prevenir estas afecciones que interrumpen nuestras actividades cotidianas y nos generan un malestar general. Un tipo estas de enfermedades es la conjuntivitis alérgica, que ataca directamente la membrana conjuntiva, generando una inflamación en el tejido transparente que cubre el interior del párpado y la esclerótica.
Los síntomas de la conjuntivitis son múltiples y pueden alargarse por varios días, a veces semanas: lagrimeo, coloración, ardor y aumento de las secreciones en los ojos; hipersensibilidad a la luz, con todas sus derivaciones; hinchazón e incremento de lagañas en los párpados. En muchos casos se requiere la visita a un especialista para seguir un tratamiento adecuado (por lo general, la prescripción de antihistamínicos).
Es importante, para evitar al máximo esta sintomatología, conocer las fuentes de transmisión de esta enfermedad.
El contagio y sus características
La conjuntivitis alérgica se viraliza de muchas maneras por la facilidad de su propagación. Las partículas víricas que la transmiten tienen la capacidad de sobrevivir por mucho tiempo en superficies secas de nuestro hábitat cotidiano (utensilios de la cocina y el baño, las almohadas, las sábanas, las toallas, los estuches de elementos de uso personal o colectivo, etc.), por incluso semanas. Cabe destacar que la conjuntivitis de tipo alérgica tiende a ser la más común.
El gran problema es que la transmisión de estos síntomas en ocasiones escala a brotes que se reproducen en centros urbanos de mucho tránsito, en espacios laborales, en zonas escolares, o en las grandes aglomeraciones de gente, generando una epidemia. Así como la mayoría de las enfermedades víricas, esta también suele manifestar sus síntomas luego de las primeras 48 horas de haber sido inoculada, por lo que a veces se dificulta detener su propagación, pues no es fácil identificarla a tiempo. También es muy problemático que los niños de edad temprana sean mucho más propensos a contraerla.
De modo que el más mínimo contacto, a veces incluso inconsciente, con alguien que padece la enfermedad (un apretón de manos, un estornudo, la palpación de la membrana ocular sin el cuidado necesario), puede ser suficiente para su transmisión.
¿Qué acciones concretas adoptar para la prevención?
Por fortuna, los avances científicos en el campo de la epidemiología nos han indicado algunas simples acciones que se pueden llevar a la práctica para prevenir esta afección:
– Lavarse las manos constantemente.
– Evitar frotarse los ojos sin tener las manos limpias.
– En casos de brote anunciado por un médico oftalmólogo, salir a la calle con tapabocas.
– Procurar no estornudar sin cubrirse con un pañuelo o, en su defecto, con las manos.
– Una vez identificada la sintomatología de la conjuntivitis alérgica, suspender o regular la asistencia a los lugares públicos.